Con profundo amor y dedicación, nuestra bendita titular, Santa María del Socorro, Madre de Dios y Señora Nuestra, ya se encuentra ataviada para los últimos compases de este tiempo de recogimiento y penitencia que nos prepara para vivir el misterio pascual.

Su vestidor Francisco Mira presenta a la Santísima Virgen vestida con terno de luto, compuesto por saya y manto en terciopelo negro, ribeteado en oro fino, símbolo de la realeza de María aun en su dolor más profundo. Enmarcando su rostro y sobre su pecho, luce una sencilla toca blanca que evoca la pureza de la Madre Dolorosa.

Nuestra Titular preside, con su hijo crucificado a los pies, el altar de cultos en el que permanecerán expuestos en solemne besamanos y besapiés este Viernes de Dolores. Con gran sobriedad, en gesto de abandono y entrega, su rostro ligeramente inclinado expresa el sufrimiento silencioso de una madre que acompaña a su Hijo clavado en la cruz. Sobre la cabeza, un resplandor de plata recuerda la gloria celestial de María.

Las manos junto al corazón traspasado por siete puñales sostienen un delicado pañuelo, símbolo de oración y sufrimiento. Es una actitud de súplica, recogimiento y resignación ante el dolor que sufre por la Pasión de Cristo.

A sus pies se presenta la media luna plateada, signo mariano que nos remite al texto del Apocalipsis: «una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies». Este elemento refuerza su papel de Reina y Señora, y su estrecha relación con el dogma de la Inmaculada Concepción.

Que su ejemplo de fe y fortaleza de María nos inspire en este camino por la Pasión y Muerte de Cristo hacia la Pascua. Que ella sea el «Socorro que alivia tanto» y nos acompañe a recibir la Luz que nunca se apaga, ni siquiera en el dolor.