El 24 de enero de 1810, hace ahora doscientos años, Montilla era invadida por segunda vez por las tropas napoleónicas. Si la primera ocupación fue breve y brutal –apenas unos días de junio de 1808- esta segunda iba a ser muy larga, hasta septiembre de 1812, sería igual de dura y dejaría para la historia unos personajes, los afrancesados, de los que el obispo Trevilla fue uno de sus mayores exponentes y una desaparición significativa, la de la ermita de la Vera Cruz.


Pedro Antonio de Trevilla Bollaín, había nacido en 1755 en Carranza (Vizcaya), fue obispo de Córdoba de 1805 a 1832, cuando falleció. Se le conoce, sobre todo, por su decreto de 1820 prohibiendo las procesiones de Semana Santa, reduciéndolas al Viernes Santo. Este decreto, carente de sentido y en contra del pueblo, no se aplicó en localidades como Cabra, Baena, Castro del Río, Fernán Núñez o Montemayor, por el entendimiento entre las autoridades locales, civiles y religiosas, pero en otros lugares, como Montilla o Córdoba, se cumplió a rajatabla, quedando sin procesiones durante cerca de treinta años.

La forma de ser de Trevilla ya se había manifestado en su forma acomodaticia de aceptar al invasor francés. Derrotadas los españoles en Ocaña (19 de noviembre de 1809) un ejército francés más poderoso que aquél que se rindiera en Bailén, volvía a cruzar Despeñaperros. Las autoridades de Córdoba decidieron someterse de buen grado y abrir la puerta al general Víctor, que entró el 23 de enero de 1810.

Tres días después era el propio José I Bonaparte, quien llegaba a Córdoba y era acogido con un recibimiento que ni en sus mejores sueños hubiera imaginado: era recibido por el Ayuntamiento en la puerta de la ciudad y por el obispo y todo el clero en la Catedral. En ésta se le cantó un Te Deum, el penitenciario Arjona, el mismo que había compuesto una poesía a Castaños, le declamó una oda y el obispo Trevilla le entregó las insignias francesas perdidas en Bailén.

Llama la atención la sumisión de la jerarquía eclesiástica cordobesa a los franceses, cuando la Guerra de la Independencia fue una guerra donde la religión jugó un papel fundamental. Para Napoleón, los españoles eran una “chusma de aldeanos dirigidos por una chusma de curas” y sus tropas se encargaron de saquear iglesias y suprimir conventos. Por su parte, el clero español mantuvo la lucha del pueblo desde el catecismo, “¿Es pecado asesinar un francés? No, padre; se hace una obra meritoria librando a la patria de esos violentos opresores”, enseñaban los frailes en Puente Genil.

En los siguientes dos años y ocho meses se celebrarán oficios religiosos en la Catedral con motivo de las onomásticas de Napoleón y su hermano José, varios canónigos cordobeses colaborarán tanto con los franceses que José I les condecorará con la Orden Real y a éste, obispo y cabildo le entregararán un millón de reales para financiar la guerra, convencidos de apoyar al bando ganador y considerando el levantamiento español como una sublevación del populacho.

Con respecto a Montilla, ya en 1809 Trevilla había ordenado demoler la ermita de la Vera Cruz, al parecer en mal estado, y sacar de allí sus imágenes, la más importante el Cristo de Zacatecas, allí venerado desde 1576. Esta ermita era uno de los templos más antiguos de la villa y sede de la cofradía de la Vera Cruz. Con tres naves y dos puertas, se situaba en la cumbre de la cuesta de la Vera Cruz, donde existía un llano conocido hoy como Cuesta del Silencio.

Trevilla no pensó en restaurar la ermita, sino en derribarla, tal y como testimonian las fuentes. Su orden no se cumplió, porque cuando llegan los franceses en 1810 aún está en pie. Sin embargo, el Cristo de Zacatecas ya sí se había trasladado (probablemente a Santiago) porque cuando el vicario de Montilla, Cristóbal de Villalba, escribe el 27 de octubre de 1810 a Trevilla, pidiéndole permiso para utilizar los materiales de la ermita para la construcción de un cementerio que habían ordenado construir las nuevas autoridades, señala que el templo está ya secularizado y sin imágenes titulares.

El obispo, lógicamente, contestó concediendo el permiso. Aún así, no toda la ermita desapareció entonces, pues las tropas francesas la emplearon como acuartelamiento. Eso sí, cuando abandonaron Montilla a principios de septiembre de 1812, en el marco del repliegue de todo ejército napoleónico de Andalucía, la dejaron completamente arruinada. La crónica de José Morte Molina señala que entre el expolio que hicieron los franceses figuró la cruz de plata de Jesús Nazareno, en el ex convento de San Agustín

Tras conocer la noticia de la retirada de los franceses, el Ayuntamiento de Montilla organizó en la Parroquia de Santiago un solemne Te Deum, en acción de gracias, con repique general en todas las iglesias de la localidad. En Córdoba, cuando las primeras fuerzas españolas entren en la ciudad abandonada por invasores, serán recibidas Con un Te Deum en la Catedral. Pero eso no librará a Trevilla de pasar una temporada en la cárcel y de su descrédito para siempre en la historia.

Juan José Primo Jurado
Historiador y escritor. Exaltador de las Siete Palabras en 2006.
Artículo aparecido en la revista Vera+Crux nº 8, 2010.